martes, 4 de junio de 2013

OTRO ADIÓS


OTRO ADIÓS...
Ya está decidido. Hoy comienzo a ingerir del caldo que guardé toda mi vida en un escondido armario de mi interior. Necesito despegarme de tí.

Mi complejidad es directamente proporcional a tu simpleza. Eres muy bueno, muy puro, muy natural, muy sencillo. Y yo muy mala, muy barroca a fuerza de construirme y reconstruirme con la sola ayuda de cristales rotos de mil colores, tan artificial como el mundo en el que vivo, y compleja, como es lógico desprender de mi irracional naturaleza.

Separo hoy mi mundo del tuyo, nuestros universos, tan alejados, tienen desde hoy una frontera de vacío delimitada. Acabo de encalar sus paredes para que todo el mundo lo sepa, para que tú descanses tranquilo al otro lado, para frenar mi instinto.

jueves, 21 de febrero de 2013

SOBRE NUESTROS PASOS

La mañana se asomaba tímida tras los frescos visillos del invierno. En cada casa sonaban como alegres campanillas las agujas del reloj que anunciaban ya el feliz encuentro. Tejidas durante más de setenta días las ilusiones de todos esperaban en la percha... Sus dueños se vestían con ellas dando la bienvenida a las primeras horas del día.
Me emocionaba saber que volvería a encontrarme con ellos en aquel edificio gris que fue durante cinco años mi otra casa. Casi dieciséis años sin cruzar su umbral. Un poco más del tiempo durante el que me forjé como periodista. Avanzada la mañana, volví a sentir la emoción de aquel primer transbordo de suburbano camino de la Ciudad Universitaria. Rememoré el primer día que subí los últimos peldaños que me sacaban del subsuelo y me llevaron a la universidad... Poco a poco les fui encontrando... Mezclados con los estudiantes, mis compañeros se movían nerviosos por los escasos huecos que dejaba el salón azul, expectantes por saber cómo saldría a la luz nuestro proyecto...
Feliz, nerviosa, emocionada. La plenitud del aforo, el brillo en las miradas de los allí congregados hizo de esta mañana de invierno un mágico recuerdo que siempre pervivirá en mi memoria.
Allí, bajo los grises muros de hormigón que nos vieron esforzarnos por amar y conocer esta profesión, como un improvisado paritorio que se escenifica ante un gran público, todos dimos a luz a nuestra querida TmEx. Hija de nuestros destinos, dueña de nuestras esperanzas, hermana de Salvemos Telemadrid, que en esta mañana de febrero rindió tributo respetuoso a la recién llegada. Pócima para el periodista que lo espera y caldo caliente para los que no hemos querido dejar nunca de serlo.
Bienvenida al mundo!!!

miércoles, 23 de enero de 2013

A Jose, mi tierno hijito.

Cosidos como con fina seda sus suaves vellos dorados se balancean como un oleaje en calma sobre su tez rosada. Bailan la danza del viento y se dibujan despacito abanicando su redondeado mentón. Los miro embobada y me pierdo en la cuenta de los años que no los he mirado. Las horas que salieron a volar por la ventana mientras que mis ojos se perdían en otros mundos... Los he añorado y he visto como volvían a mí. Ahí quedan, fieles a mi persona, al vientre que les dió forma... Son la esencia de su infancia y mi razón de ser. Hoy he llorado ríos secos por mi torpeza. Me he sentido más niña y más perdida que él en este mundo oscuro y frío, cruel, que juega con sus sueños inocentes y con mis esperanzas. He caminado a paso lento y pesado el angosto pasillo que me ha devuelto a su figura pequeña y frágil... me esperaba con ojos húmedos y manos temblorosas. Las horas que antes saltaban huyendo de nuestra compañían han regresado, frescas, juguetonas, a perderse entre mis relojes. Se han ofrecido a mí como el regalo que perdí durante tantos meses. Soy tan afortunada. Le he recuperado, su dolor se ha hecho mío y sus interrogantes, mis respuestas. Nada más confortable que mirarle cuando descansa feliz, lo he logrado. Hoy he hecho bien, muy bien mi trabajo. Dulces sueños, mi pequeño niño...

lunes, 14 de enero de 2013

TRABAJADORES

Van a entender ustedes en seguida por qué en esta imagen aparece una serie de personas sonrientes. A cada uno de ellos le ha llegado en las últimas horas un burofax con la notificación de despido de la empresa en la que trabajaban. Mírenles bien. Algunos hace más de dos décadas que entraron a trabajar allí. Otros, algo menos... Parece que posan, pero en el instante en que esta fotografia fue tomada simplemente se limitaban a sonreir al portador de la cámara: otro compañero que también había recibido el burofax con la última noticia sobre su centro de trabajo.
Llevan mucho tiempo juntos. Observen bien... parecen hermanos! Aunque algunos de ellos apenas se conocen entre sí, en un momento como éste algo les abraza y une, de suerte que hasta el que más distancia guarda con el otro parece haber encontrado a su alma gemela.
Ahora pensarán: "normal, unidos en la desgracia". Repasen bien la imagen antes de decidirse por ésta opción. Descubrirán como algunos aún visten las prendas que han usado en la batalla. ¿Les ven descorazonados?
Hay más detalles que les pueden ayudar a conocerlos. Entre bolsos y abrigos aparecen herramientas de trabajo. Aún así, el entorno en el que se encuentran, por el mobiliario y la decoración, es lo más parecido a un espacio de ocio. Casen concepctos, sumen conclusiones. Estas personas son felices, lo crean o no. Han alcanzado la más alta cima de su compromiso social. Están satisfechos porque el trabajo ha sido árduo pero ha dado su fruto: les ha reforzado.
Quédense con sus caras. Pronto puede que estos hombres y mujeres, a los que ya hay unidos otros muchos y muchas más, se acerquen por su calle, por su pueblo y les saluden. Tal vez pasen un rato de charla con usted. Quieren hacerlo... ¿no lo han descubierto ya a través del brillo de sus miradas?

jueves, 29 de noviembre de 2012

EL EXPOLIO, DESDE DENTRO


Allá voy, enjugándome las lágrimas y tomándome una valeriana doble mientras escribo y pienso cómo voy a contar lo que sigue sin teñirlo de opinión. Será difícil, pero el paso por la facultad de Ciencias de la Información de Madrid (UCM) y mi posterior experiencia me enseñaron a diferenciar hechos y valoraciones, e intentaré ser clara e imparcial.
Soy el trabajador U21892 de la plantilla de Telemadrid. Ingresé en la empresa el 15 de julio de 2002. Personalmente, aquella oportunidad de volver al periodismo llegó a cambiar mi vida. No hacía mucho que había finalizado la carrera (apenas cinco años), pero buscaba desesperada una oportunidad de ejercer el periodismo de verdad. Y ese día llegó.
Mis primeros años en la empresa fueron intermitentes,  pero muy fructíferos porque se acababa de abrir ante mí un mundo nuevo, e intenté absorber conocimientos y técnicas de trabajo que, de forma muy rudimentaria, apenas había aprendido en mis prácticas universitarias.
Aún presidía la Comunidad de Madrid el actual ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardon y debo decir, como así lo viví, que durante aquel tiempo, no experimente presiones editoriales de ningún tipo.
Bajo la dirección de informativos de Alfonso García pude asistir a hechos como el aborto al proceso de formación del gobierno regional en mayo de 2003 tras la deserción de las filas del grupo parlamentario socialista de Eduardo Tamayo y Teresa Sáez. Eran tiempos en los que los teléfonos de la redacción de “local” de los informativos de Telemadrid echaban humo. Mi turno de trabajo comenzaba a las tres de la tarde y prácticamente a diario apenas tomaba asiento me tenía que poner a trabajar. Los hechos ocurridos en la Asamblea de Madrid, como era lógico, fueron seguidos intensamente y de cerca por nuestras cámaras. Recorrimos calles de la ciudad buscando a los dos diputados tránsfugas, participamos en esperas, persecuciones, y todo tipo de experiencias, hoy casi más propias de una película de ficción que de la vida real, que nos disparaban la adrenalina. Y nadie cuestionaba nada. También acudíamos prestos a cualquier llamada de un vecino de Madrid que tuviera algo noticioso que ofrecernos, y por supuesto, los hechos se contaban sin ningún tipo de filtro,  yo desde luego no lo tuve, y eso que era redactora casi inexperta y novel. Se nos hinchaba el pecho cada vez que, con el micrófono de la tele, recibíamos palabras de agradecimiento de los madrileños que nos buscaban para contarnos la noticia. Las audiencias de nuestros informativos superaban el 20 por ciento. Volvíamos a casa felices y satisfechos con el trabajo que acabábamos de hacer aquella tarde, por cotidiano que pudiera resultar.
Pero algo sucedió después. Algo de lo que se ha hablado mucho y sobre lo que yo no voy a hablar ahora. Y en cuestión de pocos meses el perfil de Telemadrid cambió, y muy sustancialmente.
Sin embargo, y a pesar de que, por ir venciendo mis contratos, pasaba más tiempo en el paro, o buscando otro trabajo, siempre volvía a Telemadrid. Entonces (ahora dudo que siga existiendo) había un “banco de datos” en el que estábamos aquellos contratados eventuales que esperábamos nuestro turno para incorporarnos de nuevo con motivo de una baja maternal, la excedencia de un compañero, unas vacaciones... Durante un tiempo (no mucho) ese banco se respetó. Y pude volver a Telemadrid, que ya sentía como MI EMPRESA.
Hoy, todos lo saben ya, Telemadrid agoniza. Está herida de muerte tras filtrarse el informe que Deloitte y Cuatrecasas han elaborado por encargo de la dirección de la cadena. Los trabajadores, 1170, nos enteramos el sábado pasado, 24 de noviembre, cuando la gran mayoría descansábamos en casa con nuestras familias. Desde entonces no he dejado de llorar. Desde entonces he perdido el apetito. Desde entonces apenas duermo y siento que mis músculos se contraen y se tensan con demasiada rapidez. Son mis problemas. Pero son problemas que afectarán a 924 compañeros más.
Sin pensarlo dos veces, convocada por WhatsApp el sábado por la tarde (recibí dos mensajes de dos compañeros y amigos, no de dos miembros de los sindicatos, y quiero que esto quede muy claro porque quienes nos estamos echando a la calle somos todos, y no sólo nuestros representantes en el comité de empresa), decidí acercarme el domingo 25 de noviembre a la sede de Telemadrid, para reunirme con ellos, en la cafetería...
Solo diré que la sensación que me provocó acudir a esa cita es parecida a la que uno tiene cuando se le llama para comunicar una defunción. Sales corriendo, con lo primero que llevas puesto, sólo te preocupas de buscar con la mirada borrosa por las lágrimas a esos a los que quieres abrazar y consolar, buscando tú también consuelo.
Decidimos recorrer la “casa”. Sí, Telemadrid es nuestra casa, le pese a quien le pese. Nos bloquearon la entrada a la redacción, a nuestros habituales puestos de trabajo, enviaron policía para controlar un presunto ataque subversivo de los “indignados”, y sólo pudimos hacer ruido, protestar, y marcharnos con el corazón encogido.
El lunes 26 de noviembre, en asamblea de trabajadores, la mayoría votamos por ir a la huelga. Y esa misma tarde, de 20:00 a 22:00, paramos. Era la única manera de dejar claro que no íbamos a permitir este exterminio. Después, a las 00:00 horas, abandonamos nuestros puestos de trabajo sabiendo que iniciábamos un camino, posiblemente el último, que encarnaba la más desesperada acción por evitar el cataclismo en la cadena pública. Algunos no nos siguieron, decidieron quedarse, y sólo ellos habrán de valorar (si no lo han hecho ya) el coste personal y moral de su decisión, que por otro lado no tengo más que respetar, aunque no comparta.
A partir de ese momento quedó abierta una brecha en la plantilla. Quienes pertenecemos a departamentos como el de redacción podemos asegurar que es una herida producto de una nula unión. Entre nuestros colegas jamás ha habido un discurso uniforme, ni una intención clara de manifestar nuestra inquietud o de perseguir un objetivo común. No entre los que llevan allí trabajando tanto tiempo o más como yo. Y a partir de estos sucesos la sima, como he dicho antes, se ha abierto y nos está separando aún más.
Les explicaré cómo ha funcionado esto. Especialmente entre los redactores, los gestores de esta empresa han venido propiciando la entrada de personas de forma irregular, y sin las mínimas garantías de transparencia que ofrecía el banco de datos -aquel del que les hablé algo más arriba-. La llegada de toda esta gente: 92 personas con contrato fuera de convenio en televisión, 4 en radio y 7 en el Ente, a los que añadir los incorporados a puestos directivos procedentes de otras empresas, más los contratos en fraude de ley de obras que no pasaron por el filtro del banco de datos fue ampliamente criticada por la mayor parte de la redacción “histórica” de la que buena parte terminó siendo apartada de sus funciones para terminar trabajando en programas informativos o no de menor peso específico en la cadena. Comenzaron las diferencias entre unos y otros... compañeros que dejaron de firmar, otros que dejaron la empresa por propia iniciativa, otros que, simplemente, se adaptaron. En cualquier caso, y ahora les entretendré con las cifras “provisionales” de este despropósito, una vez que comiencen a ejecutarse los despidos no todos los que llegaron a Telemadrid de forma fraudulenta mantendrán su puesto de trabajo. Huelga hablar de los que llegaron aquí hace 23 años después de haber ganado una oposición.
La intención es “liquidar” esto antes del 31 de diciembre. Y el número de personas que se librarían del exterminio viene a ser: 92 personas dependientes de la dirección de informativos, de las cuales 89 son redactores, presentadores, y editores; 19 personas más en dirección de antena, 34 en dirección de operaciones y 38 en la dirección del corporativo. A este último departamento pertenece la página web de la empresa que, hasta donde sé, no sufrirá ninguna merma de personal.
Pues bien: la pretensión es “salvar” a un probable número de 183 personas. Echen sus cuentas. Parece claro quién se salvará y quien no.
En medio de esa lucha estamos. Ayer martes, 27 de noviembre, Telemadrid se fue a negro durante 24 horas. Las cosas no van a mejorar mucho, aunque en las próximas horas hay previsto un encuentro con la dirección del que, sinceramente, dudo, se vaya a sacar algo en claro. Ahora SÍ estoy opinando.
Espero que todo este galimatías no les haya decepcionado. Por mi parte, diez años después de mi ingreso en la cadena y manteniendo prácticamente el mismo anonimato profesional que el primer día, les agradezco que hayan prestado atención a lo que les he contado. Son hechos. No opiniones. No lo olviden.

jueves, 25 de octubre de 2012

Uy! Lo he vuelto a hacer...

Siempre se puede decir “al menos lo intenté”… Y desde luego queda claro que al hacerlo, al repetirme como un mantra que algo intenté por cambiar las cosas, aunque las cosas no hayan cambiado con respecto a ayer ni a hace dos años, también un cálido manto de calma me invade… Porque siento que al menos no le he fallado a mi instinto. Y quede claro, que a este enorme interrogante de cristal ahumado ante el que me hallo sólo vale una explicación: Esto no es más que la consecuencia hueca de un hecho no ocurrido, que suele dejar el alma agotada y exhausta, perpleja ante la negativa nunca dicha, pero ante la afirmación jamás confirmada… que es lo que más duele… Pues sí, porque duele, aunque no es punzante… pero deja un regusto triste en la base del corazón. Creer que algo ocurrirá o que una reacción determinada por fin un día te hará descubrir que la meta que perseguías se está acercando hace que el mecanismo vuelva a ponerse en marcha ante, incluso, la ausencia de un “no” rotundo… aunque el silencio hable claro.
Con esa falta de elocuencia que son las líneas no escritas, mi deformación por ver por encima del monitor, por calibrar los movimientos, los “andares”, los gestos a medias… me hace a cada momento pensar que esto no ha terminado. No ha habido comunicación directa que me confirme lo contrario y por eso me agarro como un náufrago a su tabla buscando entre las olas  las señales no verbales que sin embargo percibo cada día. ¿Qué sucede? ¡No debo rendirme! ¡No es mi estilo hacerlo! Y no por cobardía, de la que mi ser abunda, sino por optimista osadía, que es así como deberían haberme bautizado… Optimista y osada, hasta la ingenuidad más absoluta.
Y éste es el mensaje no escrito, no proferido, que se queda en mi cabeza: Que no es ni siquiera un capítulo que se cierra, que no es más que un párrafo que dará paso a otro, y que queda en puntos suspensivos sin saber cómo acabará…  Puede que en esta incertidumbre haya encontrado yo el carburante que da continuidad a mis pasos… Que si es que no, o es que sí, igual muero por saberlo, como muero por saber que cuando lo sepa todo habrá acabado. Entre regocijos, una suerte de temor y excitación apasionantes… O entre un sonoro portazo, preludio de un silencio infinito.
Casi que prefiero que todo siga así, en esta tensa calma… Me permitirá volver a soñar abrazada a la almohada, proyectando como en un cine desde la base de mi cerebro a las planicies de mi frente las secuencias que me reconfortan, y me dará el entusiasmo que tan bien me viene al despertarme cada día…

miércoles, 30 de mayo de 2012

El Bluff

Así es como alguien lo llama. Bueno, lo llamaba. Ya ni siquiera ahora nada a su alrededor surge de forma tal que pueda permitirse ser etiquetado así por ella. Una presentación de un museo vinícola… un bluff; un coloquio sobre España (sí, sobre España, cuando antes, no hace más de dos años, debatir sobre España no estaba tan sobrecargado de intencionalidad como ahora) otro bluff. No hablemos de moda, ni de educación, ni de resultados de informes estadísticos de esos que a veces hacen que se nos detenga la mirada cuando leemos un diario digital… Bluff, todo bluff. Y la verdad es que no sé si esa persona lo escribe con una o con dos “efes”, a mí me da la impresión de que sería capaz de escribirlo como lo pronuncia (o bueno, lo pronunciaba) con tres. Ya ni siquiera se encuentra con ellos. Ya ni se molesta en pedir que se cubran. La caverna ha abierto una grieta aún más profunda bajo sus pies… Y si hay algo que siento es que está en su naturaleza el no permitirse caer sola. Nos querrá arrastrar hacia el abismo con su estela.
Son reflexiones demasiado personales para salir esta noche en mi blog. De verdad que me aliviaría mucho poder hacerlo ahora, corriendo, ansiando una lectura, un comentario, una respuesta… Tendré que dejar que coja polvo en alguna carpeta hasta que finalmente vea la luz, revestido de novela y con la excusa de que estas palabras salen de la protagonista de mi historia, que no soy otra sino yo.
No quiere hacer más daño, o al menos esa es la impresión que a mí me da, o tal vez sea lo que quiero creer ahora, o puede que sea que no le quedan fuerzas. Ya hizo bastante. Pero su opacidad y su ausencia de entusiasmo van a hacer por esa persona más mal que el que intentó infligir en su momento. Cuando gritaba por los pasillos, cuando insultaba delante de otros compañeros, cuando avergonzaba delante de todos tenía en sus manos el poder mayor que se le puede dar a un jefe. Y lo ha perdido. Porque una vez YO le pedí respeto, por eso ahora me desprecia. Rehúye mi mirada, cada día más, y yo he sabido escaparme de su radio de acción evitando en cuanto pueda toda aproximación. No he dejado de ser más periodista por eludir las reuniones semanales (si es que a esa letanía de actos de agenda oficial se le puede llamar reunión, que no)… es más, creo que ahora, en libertad, escribiendo cuando me sale, sí lo estoy siendo, más PERIODISTA que nunca lo fui en mi vida. Dando buena cuenta de los hechos, los qué, los por qué, los cómo, los dónde y los cuándo de estos pesados quilos de piel, carne, músculo, grasa, masa ósea y sangre que se amasaron en torno a mi persona. Mi cabeza absorbe ahora menos cantidad de ideas y posibles temas pero los que llegan son seleccionado con un criterio más sereno y meditado, son pocos, muchos menos, pero son más míos. Pero esa persona no quiere publicar nada mío. Quiere liquidarme profesionalmente. Y no se lo debo permitir. Por eso debo salir ya de esta madeja, como sea, cualquier medio sé que me va a ayudar a hacerlo, por terrible que parezca.
Ni me pregunto ya, ni me cuestiono, es por qué a mí… aunque ahora que saco el tema puede que yo sola me esté respondiendo. Puede que yo fuera de las pocas personas que todavía no estaban dispuestas a escribir al dictado. Y eso me convirtió en peligrosa. Por eso me hace tan feliz seguir escribiendo, libremente, a veces sin demasiado que arriesgar, a veces de puras impresiones u obviedades… seguir haciéndolo me está devolviendo la confianza en mí misma. Escribiendo curo mi interior, que sigue vivo, que no se acartona a pesar de todo. Mis capas externas ya acusan la mella del tiempo, del cansancio, de las desilusiones, de la decepción… pero toda yo soy contradicciones, bien lo saben quienes mejor me conocen. Mis manos huesudas y ásperas parecen florecer cuando sus dedos se deslizan tan rápido como siempre sobre el teclado, a la misma y precisa velocidad que lo hace mi pensamiento. ¡Qué feliz me hace saber que siguen sabiendo hacerlo, que no han perdido ni una milésima de reflejos ni de fuerza al golpear…! Son hasta más bellas ahora. Como las arrugas que empiezan a dibujarse a ambos lados de mis ojos… La palidez que muestra mi rostro no es más que algo circunstancial y sé que pronto el sol le dará un nuevo brillo, que no me quedaré aquí postrada, eternamente, frente al monitor, porque dejaré que mis pies me lleven allá fuera. No he ambicionado nunca nada tanto como averiguar lo que ocurría a mi alrededor, y confío en que cuando, dejados caer por su peso sobre mí, los años y las décadas se hagan conmigo como un viejo abrigo de invierno, muy posiblemente aún me queden ganas de levantarme y salir, y mi curiosidad me llevará, aunque a pasitos, a hacer algo más que mirar por los cristales de la ventana. Abrirlas será algo obligado, y el impulso que me hará retroceder sobre mi sombra y buscar la puerta es algo que no descarto cuando mi imaginación juega a verme anciana... La salida. Ya está cerca, lo intuyo. Necesito tomarla ya, cuanto antes. Dan avisos, puedo escucharlos, que me estimulan a seguir. Pronto habrá otro camino frente a mis pasos. Y cada día que más lo espero, más segura estoy de que no voy a tambalearme sobre él.
He dejado que mi cabeza escupa como lava todo esto que me atormenta. Ha salido áspero, espeso, cálido y lento, como suele ser todo o casi todo lo que yo hago. A pesar de mi aspecto y de la impresión mía de verme siempre corriendo, sé que otros, muchos, puede que tal vez todos, me ven como un ser tranquilo. Y así, tranquilamente, y como vulgarmente se suele decir, casi "sin despeinarme" acabo de eyectar al exterior todo lo que ahora se me retorcía dentro. Dolor que no se ve pero que se queda a vivir con una. Malestar que no me hace chillar pero que me atormenta. Pesadumbre que puede incluso al vértigo, ese que se ha mutado en preocupación, en un “qué será mañana de mí, qué será de ellos”. No hay retorno para sensaciones así. Sé que las traen los años. Al menos yo sé catalogarlas, sé dónde debo guardarlas y sé que no será en el cajón de los Bluff, ni en el de los Blufff. Están entre cuatro preciosas paredes de marquetería, lustrosas y adornadas con un pomo rico y antiguo, dentro de mi ser. Sé lo que es la vida. La vida me lo ha enseñado. He vivido y vivo, da igual si no es al gusto ni siquiera de muchos que me aprecian, pero soy tan consciente de que lo estoy haciendo: VIVIR, que por ese motivo ahora termino este relato con una media sonrisa que se anima a abrirse francamente al aire cuando hace apenas solo una hora la que firma ésto lo hacía con un ceño fruncido.